sábado, 11 de junio de 2011

HISTORIA DE JULIO, UN TIPO QUE NUNCA HIZO LO QUE QUISO




Este señor siempre creyó que al que madruga Dios le ayuda y , aunque toda su vida rogó y dió con el mazo, nunca riquezas excesivas atesoró.
Muy en su interior Julio deseaba ser artista, danzar desnudo ante el extasiado público de Saltamordia durante las fiestas patrias o en los carnavales de verano, ser admirado por gentiles doncellas o viriles y apuestos mancebos, sentir en su alma la alegría maravillosa del enriquecimiento ilícito o la dulce ternura que solo deviene de las filosofías ácidas y urticantes de la escuela tlasconiana.

Su profesión, a pesar de la ironía, era medir calles, pues era empleado de la sección urbana del departamento de Obras Públicas de Aridez.
Naturalmente la incongruencia entre sus íntimos anhelos y la estéril realidad do los avaros mandan le generó conflictos internos y devastó su vida espiritual hasta límites insospechados, cosa que el no dejó traslucir jamás, mostrando siempre una sonrisa resignada y conforme, misma que todos odiaban y que no pocas antipatías despertó entre quienes le conocieron, despreciaron u odiaron. 

Así las cosas, este señor juicioso y decente, luego de largos años de dedicado servicio público, ansiaba colocar su gentil trasero sobre un asientito blando, no demasíado blando ni demasíado tiempo, pues, luego de tantos años de caminatas y agachamientos, lo fatigaba andar de aquí para allá, sin son ni ton, calle arriba y calle abajo, revestido de insignificancia, armado con una cinta métrica, recibiendo el sol en su augusta calva, anotando escrupulosamente en un cuaderno grasoso todas las medidas tomadas, sin entender porqué ni para qué y sin importarle una higa lo que fueran a hacer con ellas. Era un servicio carente en absoluto de objetivo, realizado automáticamente y que lo conduciría finalmente al aniquilamiento de su alma .

Cada mes entregaba en la oficina penumbrosa del viejo edificio de los ministerios saltamordianos un cuaderno repleto de anotaciones y las gentiles secretarias de rostros impasibles, que casi nunca le dirigían la palabra, le entregaban otro inmaculadamente virgen junto con un lápiz negro para escribir los datos y otro rojo para subrayar, además de un sobre amarillo de papel grueso, casi tela, conteniendo el salario a él asignado, que le permitía continuar viviendo de modo normal y decente, junto con su familia. Anotaban en enormes libros de contabilidad cosas ininteligibles que debía firmar respetuosamente bajo la mirada inquisitiva y perspicaz de las respetables y empolvadas burócratas vestidas con muselinas y tafetanes que parecían ignorar su presencia y carecían de la sensibilidad necesaria para apreciar sus abnegados servicios . Mes tras mes, año con año, el calcio se endureció en sus huesos y los hizo quebradizos, las manos , otrora finas, adquirieron extrañas manchas y sus ojos perdieron agudeza, al mismo tiempo su actividad conyugal fue disminuyendo hasta desaparecer en una marea alta de actividades hogareñas por completo asexuales y frígidas.

Luego de una vida ejemplarmente mediocre a través de la cual mutiló escrupulosamente y sin piedad sus ilusiones y se humilló convenientemente, le llegó por fin el momento de la jubilación, el fin de su vida útil, el tiempo de comenzar a olvidar, que es como acaban sus vidas los saltamordianos. 
(Olvidar parece ser la actividad más acorde con el abandono de la vida social, familiar y profesional. Olvidar toda la aburrida existencia, yerma e inútil, muchas veces absurda y rayana en lo demencial. Por eso, al terminar su tiempo, los saltamordianos varones se despiden de sus allegados y se instalan en sugerentes parajes, dejan fluir sus memorias hacia afuera e instalan un enorme vacío en sus cerebros, poco a poco y de manera constante. La subsecuente pérdida de peso les permite elevarse con el viento fuerte de la estación cálida , aunque algunos que olvidan más lentamente deben esperar los ventarrones de invierno y su deceso puede llegar a ser más doloroso.)

Después de las habituales ceremonias oficiales se despidió de sus tres hijas, besó castamente a su mujer y se marchó al Patio de los Olvidos, a escuchar extrañas músicas sentado en bancas de piedra, en compañía de esculturas extravagantes y de otros ancianos, olvidando en coro, dejándose llevar por los tañidos del viento y el fluir tranquilo de las aguas de las innumerables fuentes que el gobierno ha dispuesto allí como homenaje al aseo de los resecos cuerpos de los viejos en trance de convertirse en cometas.

Transcurridos unos meses de comer como paloma y olvidar concienzudamente, Julio sintió la urgencia de danzar desnudo abrazado con el viento, de volar montado en un sueño, de sentirse nube y lágrima de nube, de aromar con sus pedos sutiles la atmósfera prístina del verano profundo y, como muchos de sus coetáneos, elevarse con el aire caliente y atrevido, vagar por los cielos azules de Saltamordia la Grande y planear como una flor sin aroma y reseca hasta perder el impulso en la tierra de los espejismos y caer en el suelo del Lerelé sin mucho aspaviento y casi sin levantar polvareda, haciéndose uno con la arena del desierto y terminando con sus huesos convertidos en fino polvo de estrellas, adherido en las patas de un escarabajo o en la punta de las antenas tiernas de un insecto no clasificado.

Hoy, cuando Julio se ha marchado con el viento y casi nada nos trae su recuerdo, sus tiernas hijas y su esposa, rejuvenecida con tratamientos milagrosos costeados con la jugosa pensión de viuda, disfrutan vacacionando en las playas abisqueñas en la dulce compañía de mancebos bien dotados y los atuk salvajes que buscan anidar en sus tiernos corazones.

6 comentarios:

ANIUSKA dijo...

Triste e irónica historia de Julio que vive en agosto, septiembre o diciembre, en medio de tanta alegría ciega e hipócrita en nuestra sociedad. ¡Rica historia!siempore será una maravilla verse reflejado a través de la palabra que nos retrata fiel y consecuentemente. Gracias por compartir tu estado creativo. Robert, que no parezca el club de los elogios mutuos, pero me gustó tu relato!Qué bueno que publiques! ¡felicidades!Creo que estás listo para hacer un diccionario con tus palabras-creaciones...sería extraordinariamente divertido! abrazo!

leonardo asimov dijo...

Gracias gentil Aniuska. Tus comentarios me animan a continuar con las palabras. Besos para ti.

FERNANDO dijo...

su serenísima, su gracia, enormísimo cronopio de los buenos tiempos, ¡¡¡¡¡hurra!!!!, que buen texto, magistralmente escrito. Cada uno fuimos, somos o llegaremos a ser ese julio, esta inveción o descripción es un bálsamo o una balada para la vida triste cuando nos marchemos con el viento.
fernando o.
desde el trópico

leonardo asimov dijo...

Ah ! dulce Fernando...que grato leerte y aún más con esos conceptos tan agradables . Epero que leas los demás textos y comentes querido amigo. Sé feliz y no mires a quién. Abrazos.

pixel dijo...

Un relato triste pero muy acorde con la realidad que vivimos en el que disfrute de muchas vidas brilla por su ausencia.

Saludos

Alfonso dijo...

El incienso del olvido, no volver a verse, no sentirse, morirse poco a poco…Julio el devorado por el viento de la maquinaria dominante… cuántos millones de Julios estamos en lo mismo? Dicen que el 99% de la humanidad, es decir cerca de 6,930 millones de personas en nuestra tierra estamos sumergidos en el o aproximándonos al Patio de los Olvidos de Saltamordia la Grande… y siempre me pregunto, qué esperamos si somos mayoría ¿…?